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Foto del escritorMaria A Mayol

¿Cómo acceder a nuestra alma?

Actualizado: 11 feb

Entendemos que nuestro cuerpo es sagrado y reaprender a conectar con él nos permite acceder a una fuente de gran sabiduría. ¿Pero cómo nos conectamos de nuevo con él? ¿Cómo conseguimos a partir de él acceder a nuestra alma?


“El cuerpo humano es la totalidad más compleja, refinada y armoniosa. Es tu única casa en el universo, la casa de tu arraigo en el mundo, un templo sagrado. Cuando observas en silencio el misterio de tu cuerpo, te acercas a la sabiduría y la santidad.” Anam Cara


Desde el cuerpo podemos acceder al alma a través de los sentidos. Abrirnos a ellos, nos trae poesía, disfrute, gozo, nos conectan con la presencia, con la VIDA.


Desde varias disciplinas y tradiciones antiguas ya nos recomiendan esta conexión con los sentidos. El Yoga y el Ayurveda, por ejemplo, nos invitan a nutrir nuestros 5 sentidos, y así poder sentirnos mejor tanto a nivel mental como físico y emocional. Entendemos entonces que es importante mimarlos, darles placer. Ellos son la puerta de entrada a nuestro mundo interno, desde el mundo externo. Ellos nos permiten dirigir la mirada hacia nuestro interior. Así, nos vinculan con nuestra divinidad y la ligan a lo que se encuentra en el exterior. Nos permiten percibir el exterior de manera hermosa, agradable e interiorizar la experiencia hacia lo interior. De igual manera, cuando los estímulos recibidos son desagradables también quedan grabados en nuestro interior. Así, cuantas más experiencias agradables registremos de manera consciente a través de ellos, mucho mejor.


Una práctica bella, poética, que te permite despertar las sensaciones de tu cuerpo y empezar a comunicarte con él es la siguiente. Paséate entre plantas y flores, por ejemplo en un campo de lavandas. Camina lentamente, percibiendo su olor, su aroma y deléitate con ello. Observa qué emociones despierta en ti, qué sensaciones, y regístralas. Observa su belleza, sus colores, sus matices. Toca sus hojas, sus flores y percibe su tacto en tu piel. Escucha el ruido que hace el viento cuando mece las plantas y, si te atreves, prueba su sabor poniéndote una en la boca (cuidado, no todas las plantas pueden probarse).


Esta experiencia puede llegar a ser poética, llevarte a un trance de bienestar y serenidad si la haces con conciencia, lentitud y presencia. Puedes repetirla con cualquier otra flor o planta que sea de tu agrado.


Así, un paseo consciente por la naturaleza puede llevarte a este arraigo y despertar corporal. A través del placer que te proporcionan tus sentidos puedes empezar a comunicarte con tu sacralidad.


Esta práctica realizada de manera consciente te permitirá habitar más el presente. A la vez, te permitirás espacios de placer, de gozo a través de tus sentidos y te irás abriendo al recibir, al merecimiento, al disfrute.



Mujer paseando por un campo de hierba, despertando sus sentidos
"Los sentidos son los umbrales por los que acceder al alma desde el cuerpo" J. O'Donohue

El sentido de la vista nos permite admirar el universo. Cuando abrimos los ojos es como recibir los primeros rayos de sol del amanecer, de la oscuridad sale la luz. Para revisar cómo contemplamos nuestra realidad podemos preguntarnos cómo percibimos el mundo. ¿Qué tipo de visión tenemos? ¿Dónde ponemos el foco y la mirada? Si miramos con los ojos del amor veremos la esencia de las cosas y de las personas. Podemos entrenarnos para conseguirlo, ya que es algo completamente opuesto a mirar con ojos de queja, fealdad, envidia…


El gusto es uno de los sentidos que más sufren los vaivenes y las prisas del mundo moderno, de la frenética actividad en la que nos encontramos. Vamos perdiendo esta capacidad sensorial, porque no es amiga de la inmediatez, necesita su tiempo y su espacio. A la vez, los alimentos modernos han perdido muchísimos sabores, cuando no son orgánicos. Entrenarnos de nuevo en el gusto, darle su espacio en nuestra vida, permitir este momento de placer.


El sentido del olfato nos permite acceder a memorias ocultas en nuestro subconsciente. Nos ancla a nuestra infancia. Debemos permitirnos el tiempo para registrar conscientemente los aromas que llegan a nosotros y las sensaciones que nos producen.


El sentido del oído es el primero que percibimos, pues en el vientre de nuestra madre oímos los latidos de su corazón. Escuchar tambores nos recuerda este ritmo del que provenimos, podemos incluso entrar en trance cuando los escuchamos, porque nos transporta a este momento de absoluta comunión del que vinimos. Además, todos hemos experimentado a veces cómo la música puede transportarnos a un espacio atemporal. El sentido del oído tiene esta capacidad de traspasar la barrera del tiempo y del espacio.


El tacto es el sentido que más nos lleva a conectar con nuestra intimidad y nos ancla en la presencia. Nuestro envoltorio, la piel, es un órgano frágil y capaz de experimentar una gran ternura. Abrirnos a ella es abrirnos a nuestro mundo interior, a nuestra esencia más pura.


Los sentidos nos permiten gozar de la experiencia vivida, nos llenan de disfrute si nos lo permitimos. Sólo necesitamos voluntad y respetar los tiempos necesarios para cada momento. Nuestros sentidos son el camino de regreso a nuestro interior, el acceso a nuestra alma. Nos permiten vivir momentos de absoluta presencia, gozo y paz. ¿Te animas a disfrutar más de tus sentidos? ¿A poner el foco en ellos?


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